La experiencia con el canon
literario escolar no escapa a la matriz cultural patriarcal, que desde la
historia, la ciencia, el arte, la literatura, la producción de conocimiento y
su divulgación, ha pretendido que es el varón quién ha protagonizado los
distintos ámbitos y ha hecho avanzar el motor de la historia y la cultura humanas.
Parafraseando a Gerda Lerner, es absurdo pensar que la humanidad haya podido
hacer cualquier cosa sin contar con la mitad de sus miembros.
Sin embargo la operación de
invisibilización es sistemática y profunda. Más allá de las obvias dificultades
que tenían las mujeres de otras épocas para participar del mundo literario en
calidad de autoras, desde el siglo XIX en adelante se consolidó paulatinamente
la figura de las escritoras. Nos encontramos con poetas, dramaturgas y
novelistas, cuentistas, periodistas, historiadoras. Algunas empezaron a
escribir con un nombre masculino, otras eran escritoras fantasmas de algún
hombre, a veces el marido. Y otro grupo empezó a hacerse un lugar con nombre
propio de mujer. Mary Shelley, con Frankestein, pero antes, su madre Mary
Wollstonecraf con un texto fundador del feminismo, La vindicación de los
derechos de la mujer. Las Brönte, Austen también en Inglaterra, la célebre
George Sand, Emily Dickinson entre tantas otras. Y después el siglo XX que
nos encuentra luchando por un lugar y derecho a publicar, en un mercado
que aún hoy es complicado, pero que sin duda está gratamente
repleto de publicaciones de autoras mujeres en todos los géneros. Simone de
Beauvoir, Virginia Woolf, Simone Weill, Alice Monrou, Harper Lee, Silvina
Ocampo, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Isabel Allende, Daphne Du Maurier,
Agatha Christie, Margaret Atwood, Úrsula Le Guin, Idea Vilariño, Almudena
Grandes, Jamaica Kinclaid, María Elena Walsh. La lista es a propósito
ecléctica, y por supuesto muy sesgada.
A ellas llegamos por
catálogos, recomendaciones de amigas, por revolver en librerías… porque incluso
en el ámbito universitario, el canon de autores sugerido es prioritariamente
masculino. Ni hablar en los colegios secundarios.
Hace 20 años, para la generalidad de la educación secundaria, los argentinos eran Hernández, Borges,
Cortazar y Bioy, los latinoamericanos García Márquez, Neruda y Benedetti, los
españoles Cervantes, Manrique, García Lorca. Cuando se proponían lecturas en
los primeros años podía entrar alguna mujer, como Alma Maritano y su genial
saga de aprendizaje que comienza con Vaqueros y trenzas, pero eran excepciones.
La invisibilización de la mujer
en géneros como ciencia ficción y policial es impresionante, si recordamos lo
que se ha repetido hasta el cansancio en manuales, artículos periodísticos y
que ha llegado a las escuelas. Las contrautopías del siglo XX son 1984 de
George Orwell, Farenheit 451 de Bradbury y Un mundo feliz, de Huxley. El
maestro es Asimov. Y puede ser que en sus inicios y consolidación el género
estuviera dominado por hombres, por la misma lógica del sistema que dificultaba
la inserción de mujeres. Sin embargo es escandaloso que se reconozca
masivamente a Margaret Atwood por una serie de televisión. Serie que celebro y
festejo, pero hasta hace unos años, había que hacer un recorrido para llegar a
Atwood, o a la recientemente fallecida Úrsula Le Guin.
Agatha Christie se instaló como
la gran novelista policial, desafiando todas las reglas, pero, ¿cuántas veces fue
sugerida en una bibliografía escolar? Sí, ha sido sugerida, y seguramente esa
sugerencia alguna vez haya sido tomada en cuenta. Me refiero a cantidad de
veces ¿cuántas? En comparación con Edgar Allan Poe, Conan Doyle. En Argentina,
el género policial tiene por ejemplo a Claudia Piñeiro, con la exquisita
Betibú, entre otros, o a Norma Huidobro y Griselda Gambaro que han aportado
títulos para el policial juvenil, para citar algunos casos.
El hecho es que, a la hora de
sugerir lecturas en la perspectiva de leer distintos géneros, y con los
primeros años del nivel secundario, por ejemplo, nos podemos encontrar con
clásicos o contemporáneos, y a la hora de avanzar en el estudio de la
literatura, nos podemos chocar con un canon que es mayoritariamente masculino,
sobre todo si estamos frente a un recorrido más vinculado con lo histórico y
con los movimientos estéticos.
El desafío es revisar
críticamente las obras elegidas y las propuestas, para que haya un equilibrio
entre autores masculinos y femeninos, tanto en los contemporáneos (tarea
bastante más sencilla), como en la ilustración de géneros, movimientos, en la
medida en que esto sea posible (claramente un recorte como el teatro griego
clásico no nos permitirá esta opción).
A veces se confunde poder
discutir sobre temas de género a partir de una lectura, con leer efectivamente
a mujeres. Claramente El túnel u Otelo son puertas de entrada a una relectura
en clave de femicidio, pero esto solo no alcanza para promover la igualdad de
género en nuestra cultura. Tenemos que visibilizar, en todas las áreas, la
presencia de las mujeres. Y en la literatura, pasar de la falacia de que porque
hablamos de protagonistas fuertes femeninas, estamos leyendo a mujeres. A
Electra la escribió un hombre, a Antígona también. A Nora la inventó Ibsen, a
Emma Flaubert y a Ana, Tolstoi. Son obras indiscutiblemente valorables, pero
también hay que leer a la Nora de Griselda Gambaro que le habla a Ibsen, a la
Elizabeth de Austen, a la Clarissa de Woolf, a la Luz de Le Guin, a la Clara de
Allende…
Dejo una pequeña lista de obras de
autoras que pueden abrir nuevas percepciones de la creación literaria. Es una
lista acotada, solamente un soplo de aire, para
abrir la puerta
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El ojo de la garza, de Úrsula Le Guin
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Frankestein, de Mary Shelley
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Orgullo y prejuicio, de Jane Austen
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Rebecca, de Daphne Du Maurier
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Matara un ruiseñor, de Lee Harper
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La isla bajo el mar, de Isabel Allende
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La casa torcida, de Agatha Christie
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Presagio de carnaval, de Liliana Bodoc
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Betibú, de Claudia Piñeiro
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Los chimpancés miran a los ojos, de Andrea
Ferrari
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Piedra, papel o tijera, de Inés Garland
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Rebeldes, de Susan E. Hinton
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La malasangre, de Griselda Gambaro
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Vaqueros y trenzas, Alma Maritano
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Poesía de Storni, Pizarnik, Vilariño, Mistral,
Bellesi, Gruss
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