“Trabajás, te
cansás, ¿qué ganás?”
Si tenés un trabajo ideal o sos
del club de la meritocracia, te ahorro el esfuerzo, dejá esta nota ya. Pero si
estás sintiendo desde hace unos días una cierta inquietud, una angustia
extraña, y percibís como el tiempo social va augurando el fin de las vacaciones
–más allá de que la mayoría trabaja también en verano- seguí por acá, porque
somos varixs.
Marzo, sinónimo de comienzo de
año, como toda organización del tiempo, es una construcción social. Marca el
fin del verano en nuestro hemisferio, el inicio del ciclo lectivo y, para
muchxs, significa oficialmente volver al trabajo. Es el mes donde comienzan las
reuniones, el planteo de metas, el lanzamiento de planes…
En este número de Dame una MAG
vamos a recorrer algunas novelas de diferentes épocas que nos cuentan cómo es
esto de que el sistema productivo te dicte los tiempos vitales.
El gran Charles,
siempre
La tiranía del reloj comenzó en
Inglaterra a fines del siglo XVIII, cuando Benjamin Franklin inventó el “reloj
registrador”. El tipo de trabajo que imponía la fábrica entró en conflicto “no sólo con las tradiciones, sino con todas
las inclinaciones de hombres y mujeres aún no condicionados”, según Susana Bianchi, historiadora y
profesora universitaria.
Especialmente difícil resultó
para los empresarios que se deje de lado la costumbre del “lunes santo”, día
destinado para reponerse de la resaca dominguera (Bianchi). Más de doscientos
años después nos resulta increíble que el día destinado a la resaca sea el
símbolo del comienzo de la jornada laboral, del fin del descanso. El maldito
lunes.
En Tiempos difíciles (1854),
Charles Dickens despliega una
profunda, irónica y lapidaria crítica a la industrialización. Es una novela de
madurez, escrita luego de todos los clásicos que lo hicieron famoso. En ella
sus protagonistas viven en una ciudad típica industrial en donde se lleva al
extremo el ideal del primer capitalismo.
Orden, realismo. Literalidad. Dos
instituciones brillan en la novela. La escuela y la fábrica. La fábrica que
domina la realidad del pueblo, cuyos ladrillos ya se han tornado negros por el
humo y en donde se llama a los obreros “brazos”. El tiempo del trabajo marcado
también por la campana: “Siguió el trabajo hasta que sonó la campana de las
doce. Más repique de pasos sobre el pavimento. Telares, ruedas y brazos
desconectados por una hora. Steven salió, rendido y desencajado, de la
atmósfera calurosa de la fábrica al húmedo viento y al frío encharcamiento de
las calles.”
Por otro lado, la escuela, con un
profesor que anula a sus alumnxs. Especialmente a Ceci, la hija de uno de los
artistas del circo que llega a la ciudad. Primero la persigue por algo que ha
dibujado y que no es “real”, y luego en sucesivas discusiones la convence de
que está equivocada en todas sus ideas, hasta que la niña decide dejar sus
estudios.
Made in Corea
Yun Heung-gil ganó en 1977 el Premio Nacional de literatura de
Corea con Nueve pares de zapatos. El libro enlaza siete relatos que
representan momentos de la vida de Kwon, un profesional que conoce las mieles
del ascenso en la industrialización capitalista, al lograr un buen trabajo. Su
punto cúlmine fue acceder a la casa propia en un barrio privilegiado: “Después de tantas desdichas y privaciones,
solicitamos un préstamo bancario y compramos nuestra casa al estilo occidental,
con techo de concreto, en un honorable lote de trescientos metros cuadrados sobre
la colina detrás del ayuntamiento.”
A partir de ahí, empieza la
historia de la caída. Una serie de eventos lo lleva a perder su casa, su empleo
y terminar del otro lado del sueño capitalista: “Desde la alcoba principal, el profesor Oh llamó a Dongchun para que me
pasara el periódico. Envié mi currículum vitae exhaustivamente a las ofertas de
empleo, pero no recibí ningún tipo de respuesta, ni siquiera una negativa. Lo
que más me afectaba era la investigación policial que acarreaba; por tal razón,
no me atreví a entregar mi currículum vitae a los buenos puestos que requerían
información sobre antecedentes penales. Cada vez que exigían ser menor de 35
años, no aprobaba la revisión de papeles o, una vez que aprobaba el primer
examen, me descartaban con cualquier pretexto durante la entrevista.”
El libro retrata el esfuerzo de
este hombre, a través de pérdidas materiales y personales, para sobrevivir y
mantener su integridad espiritual. Expone, al mismo tiempo, las crueldades de
la occidentalización de Corea. El tiempo productivo expandiéndose y,
nuevamente, imponiéndose sobre los ciclos vitales: “Ello le hizo darse cuenta de que la sociedad estaba organizada. La
jornada de la mañana empezaba a las ocho y terminaba al comenzar la hora del
almuerzo. Su reloj biológico, acostumbrado al ritmo de doce horas, sufrió un
choque hostil y seco con el sistema de veinticuatro horas, exclusivo de una
sociedad organizada”.
“Cadáver resto,
disculpe si molesto”
El paradigmático epitafio de
Cachilo, el poeta callejero rosarino que murió en 1991, sintetiza una
maquinaria económica que explota a unxs y margina a otrxs. Este hombre, que
supo ser dueño de una librería, en los ‘80 terminó viviendo en la calle y es
uno de los predecesores del graffiti como arte en Argentina. Lo encontraron al
día siguiente de escribir el poema del título, muerto en la puerta de un local.
En Desperdicios (2008), el
canadiense Eugene Marten elige la
basura como metáfora para retratar un sistema de producción que genera gran
cantidad de residuos. Pero también trata a las personas de acuerdo a su
utilidad y las convierte en resto. Es una novela negra que tiene vericuetos
oscuros y sorprendentes.
Aborda la rutina de Sloper, un
empleado encargado de los residuos, y muestra al mismo tiempo el mecanicismo
del trabajo en el nuevo capitalismo, que no solo está en la fábrica y tiene
protocolos para todo: “Al sacar la basura
de un piso, vaciabas todos los cestos en la bolsa de residuos que llevabas en
el tacho. Cuando el tacho estaba lleno: ¿lo empujabas o tirabas de él?, le
preguntó el Comité de Seguridad. Fue una visita sorpresa. A Sloper le hicieron
otras diecinueve preguntas y luego le pidieron que demostrara la manera
correcta de sacar una bolsa llena del carrito. Después firmó dos veces”.
La jerarquía y el organigrama
empresarial, las pautas rígidas y la meritocracia aparecen como un gran
ingrediente de esta novela breve pero lapidaria: “Nombraron a Sloper empleado del mes. (…) La sonrisa desacostumbrada de
Sloper se extinguió en una nube de blancura, con el cheque levantado contra su
pecho, el importe en bruto compensado por las deducciones de la nómina. No le
había dicho a nadie que iba a renunciar.”
Sloper se despliega como un
personaje complejo que nos fascina en un momento con su camino hacia los
bordes, y hace acordar un poco al Joker (2019) de Todd Phillips, pero también
al Norman Bates de la famosa Psycho (1960).
“Welcome to the jungle”
En definitiva, marzo es ese mes
donde se hace sentir el yugo, simbólicamente para lxs explotadxs, lxs que están
en situación de mayor privilegio y para lxs últimxs en la cadena alimentaria.
Pero tal vez no signifique nada para aquellxs que el sistema ya ha señalado
como resto y que no tienen asignada ni la migaja reglamentaria por la venta de
la fuerza de trabajo.
No me gusta terminar amargamente,
pero es amargo, bien amargo que lo que se vende como el único sistema posible
para la Humanidad y el mejor de su Historia, traiga la crisis ambiental,
extractivismo, desmonte, marginalidad de millones de personas, aumento
exponencial de la pobreza y sí, a un año de la innombrable cuarentena: virus
pandémicos a gran escala.
*Nota publicada orignalmente en la revista digital Dame una Mag, marzo de 2021.
http://dameunamag.com/
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