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Regreso al lugar del crimen*

 *Publicado orignalmente en el número Marzo/Abril 2021 de Dame una Mag

https://www.flipsnack.com/dameunamag/dum-10-04-21-todo-fuego-es-politico/full-view.html

¿Puede existir el arte después de la guerra? ¿Del genocidio? ¿Qué lugar tiene la palabra, la palabra poética, cuándo la sociedad sucumbe ante la máxima violencia? ¿Qué palabra se clausura y cuál puede habilitarse para hablar del horror?

Marzo y abril son meses que nos encuentran a lxs argentinxs con los aniversarios malditos. Nuestra tragedia nacional más reciente, pero no la única. En este número de Dame una MAG vamos a explorar en las formas que inaugura la palabra literaria para narrar lo inenarrable.

“Hay un fusilado que vive”

El intelectual insoslayable de este período sin dudas es Rodolfo Walsh. Como periodista y escritor militó activamente por un proyecto político ligado a las organizaciones revolucionarias de los 70 y se opuso abiertamente a la dictadura militar. Su compromiso llegó al punto de ser secuestrado y desaparecido por el aparato represor del Estado en plena calle mientras repartía en los buzones de la ciudad de Buenos Aires su famosa Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, el 25 de marzo de 1977.

Este texto paradigmático realiza una enumeración de todos los crímenes en los que incurrió la Junta Militar en su primer año de gobierno, explicitando las violaciones a los Derechos Humanos, torturas, desapariciones y muertes. También denuncia el ahorcamiento económico de la sociedad: “Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los Derechos Humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”

Walter Benjamin, en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, dice que a la estetización fascista de la política –escribe en el contexto del nazismo- hay que oponerle la politización del arte. Benjamin murió escapando del régimen totalitario que denunciaba en sus escritos, cuando los nazis lo alcanzaron en la frontera, antes de poder escapar a los Estados Unidos.

Precisamente el período de entreguerras, el ascenso de los totalitarismos en Europa y luego el Genocidio al Pueblo Judío, llevado a cabo por el nazismo, clausuraron la experiencia estética de las vanguardias e inauguraron un debate en el campo del arte: ¿se podía escribir después de Auschwitz?

Trasladando esta pregunta a la realidad argentina de mediados del siglo XX, ¿cómo se cuenta la violencia, el Genocidio a los Pueblos Indígenas, la sucesión de golpes militares (con complicidad civil y eclesiástica), los crímenes de Estado, la división creciente de la sociedad, la exclusión de diversos colectivos sociales de la participación política democrática.

Rodolfo Walsh fue un gran escritor de policiales y en este género desplegó también el trasfondo político de una sociedad dividida entre peronistas y antiperonistas, de censores y del clima de hostilidad creciente desde la autodenominada Revolución Libertadora en adelante. Cuentos como Ese hombre y Esa mujer en los que se refiere sin nombrarlos a Perón y Eva Duarte son ejemplos de esta línea de trabajo.

Además, en 1957 traspasó las fronteras de los géneros conocidos hasta el momento escribiendo la primera novela periodística de no ficción de la historia de la literatura –aunque el título oficial lo ostenta A sangre fría, del norteamericano Truman Capote, escrita nueve años después-. Operación masacre es revolucionaria. Toma como base testimonios de familiares y sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez el 9 de junio de 1956 para construir un libro como no se había conocido hasta el momento. ¿Era una crónica, una investigación o una novela?

La combinación novedosa es la de una exhaustiva investigación periodística moldeada por una pluma que llevó al límite los recursos y construyó una narración que novelaba los hechos, en el sentido del trabajo sobre el lenguaje y la estructura. Veamos cómo inicia la primera parte: “Nicolás Carranza no era un hombre feliz, esa noche del 9 de junio de 1956. Al amparo de las sombras acababa de entrar en su casa, y es posible que algo lo mordiera por dentro. Nunca lo sabremos del todo. Muchos pensamientos duros el hombre se lleva a la tumba, y en la tumba de Nicolás Carranza ya está reseca la tierra.”

En clave de policial

La literatura siempre encontró su camino de regreso, incluso después de silencios tan hondos que ensordecían. Y esos regresos significaron no solamente decir cosas diferentes, que a veces no era el caso, sino fundamentalmente buscar nuevas formas de decir las cosas –como vimos en el apartado anterior con el género de no ficción-. La búsqueda de la representación, la simbolización y la elaboración de la realidad a través de la palabra parece casi un imperativo de la especie.

En 1929 la caída de la Bolsa de Nueva York sumió al mundo occidental en la primera gran crisis del capitalismo. Es en ese momento y en esa sociedad, donde el policial clásico –de enigma, de puertas adentro, de detectives excelsos- sale al barro de la realidad y quiere expresar la corrupción del sistema. Así nace el policial negro.

Este género tiene especial influencia en la Argentina de la década del 60, donde se cruza con las nuevas narrativas de las posvanguardias de la época que articulan –como señala Adriana Imperatore- sistemas híbridos de representación. En las décadas del 70 y el 80, el policial agudiza su perfil político y se erige como el género que va a narrar la dictadura y la posdictadura.

Precisamente en 1981, Respiración artificial de Ricardo Piglia, en clave histórica y con una construcción de pistas no estrictamente policial –siguiendo nuevamente a Imperatore- permite denunciar y analizar la dictadura. Aparece lo velado y lo revelado en los silencios y las palabras prohibidas: "Después de complicadas operaciones que ocupaban las siestas de mi infancia yo abría el cajón y en secreto espiaba los secretos de aquel hombre del que todos, en casa, hablaban en voz baja. Convicto y confeso decía (me acuerdo) uno de los titulares y siempre me emocionaba ese título, como si aludiera a acciones heroicas y un poco desesperadas. "Convicto y confeso": repetía y me exaltaba porque no entendía bien el significado de las palabras y pensaba que convicto quería decir invencible.”

Piglia trajo el policial negro a nuestro país, traduciendo los clásicos del género y escribiendo como crítico sobre el tema. En su trabajo de escritor nuevamente da un giro, una vuelta de tuerca. Uno de sus personajes recurrentes, Emilio Renzi es en algunos cuentos un estudiante de letras que se convierte en el detective. Estos textos no son acabadamente policiales, pero resignifican muchas claves del género. En su última novela, El camino de Ida (2014), vuelve Renzi, ya como un profesor invitado a la Universidad de New Jersey. Aquí veremos nuevamente una trama policial de intrincados lazos con una hipótesis sobre el poder y la intimidad de este personaje que se halla en un momento de crisis vital.

Gran lector y crítico de la obra de Borges, combina los recursos del policial clásico que cultivó este, cruzándolos con la base del policial negro en la crítica social y política. En todas las facetas de su obra vemos cómo va construyendo su universo con elementos del policial clásico, el policial negro y la trama política y social.

Desautomatización del lenguaje, reinvención de la realidad

El lenguaje, que es el mismo, pero es otro, articulado de distintas maneras para contaminar un género con otro, para desautomatizar su uso. Para desautomatizarnos y tener la posibilidad de crear una nueva realidad. De descifrar el horror, tal vez indescifrable, para crear y recrearnos.

Ojalá, siempre, para no olvidar la devastación de la guerra, la inhumanidad de la humanidad, la violencia y los crímenes de lesa humanidad, el terrorismo de Estado. No olvidar, para construir Memoria del Pueblo y Justicia siempre.

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