El día comienza casi tarde. O esa es la
sensación que la acompaña últimamente. Robarle horas al sueño, o que el sueño
le robe horas al día, al sol de la primera mañana, y también al sol de la
primera tarde, cuando después del trabajo se impone caer desplomada.
La vida comienza tarde, piensa, si de posponer
el placer se trata, si de aprender a percibir un tiempo otro, un tiempo de
viaje, un tiempo de risa, un tiempo fuera del tiempo. Porque se agita un tiempo
único, que no vale la pena describir.
Está leyendo un libro nuevo, de a ratos, pero
es muy largo. Ya no le gustan los libros largos, porque ahí también se pelea
contra el tiempo. El tiempo que lleva este libro incluye por lo menos diez
libros cortos que podrá anotar como leídos, citar como leídos, fotografiar y
publicar como leídos, sentir como leídos. Y en ese acto sentirse productiva,
prolífica, lectora.
La trampa en los detalles, todo se lo termina
comiendo el tiempo termita del consumo. Mira el libro como quien quisiera
morderlo, como si pudiera apagar el tiempo de comer, de bañarse, de dormir, de
ir a trabajar, como si pudiera borrarse todo excepto los ojos abiertos y la
respiración constante, únicas dos cosas que necesita para leer. Y sentarse y no
levantarse hasta terminarlo. Y al fin anotarlo como leído, citarlo como leído,
fotografiarlo y publicarlo como leído, sentirlo como leído. Aunque se lo
olvide. Aunque ya la experiencia de lectura haya sido fagocitada por el anatema
del capitalismo. El libro como consumo, la lectura como consumo, la lectora
consumidora y consumida, porque también es objeto de consumo, cuando cita,
cuando exhibe, cuando vocifera.
La trampa en todo. En lo que parece sano y
también muestra su lado adictivo. En desear lo sano como horizonte de vida.
¿Qué es lo sano? El video se repite en el feed de la red social. La parodia de
quien poniéndose protector solar se pregunta si es mejor que el resto. La
lectura está muy bien puntuada en algunos círculos. Leer un libro largo, ¿la
hará mejor que el resto? Qué es leer después de todo. ¿Podrá leer en secreto?
¿Vivir en secreto? ¿Robarle horas al tiempo muerto del algoritmo? No mirar, no
mirar, no mirar. No decir nada. Tomar la senda inhóspita.
Es tarde otra vez. No tomó el libro hoy.
Avanzar una página, diez o ninguna es lo mismo. Hoy no podrá marcarlo como
leído. Se distrae con estupideces. Se hace aún más tarde. Las estupideces le
roban horas de sueño. Horas de noche. Le roban vida. Y mañana, otra vez, el día
comenzará casi tarde, con el sueño vengándose en las horas más tibias del día.
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