Mi vientre no cobija, como otros, al hijo de la sangre, pero mi alma teje con palabras un poema prohibido, es el canto de una voz que pregunta desde el fondo si alguna vez tendrá perdón tanto egoísmo, si es lícito luchar contra el mandato de un cuerpo que está hecho para continuar una raza de perdidos, si no llorará una vieja alguna vez por no haber tenido hijos, si alcanzarán acaso todas las palabras, para justificar que he bebido como otros el aire, que en este mismo suelo he sucumbido. Pero sí, se alborotarán de brisas las ansiadas primaveras, partirá una mujer fuerte en la aurora, sentirá como rasgada su piel de sogas viejas, dirá como Elizabeht (última vanidad) que no es juguete del destino, y serán distintos otros soles, cuando el paso antiguo haya mutado en andar nuevo, y respirará con suerte otros caminos, y olvidará por fin tantas derrotas, escuchará en los campos la mujer viviente, aún, todos los vientos, todos los vientos que apaciguarán tra...