De ayeres y
rondas
se puebla la
noche
mi noche de
agosto
mi noche de viento.
Ronda ronda
ronda
siempre
la muerte.
Hace treinta
años
tu muerte
rondaba.
Treinta años
y aun
recuerdo
tu risa de
claveles
el olor a ruda
macho
en la hamaca
tu laurel
tus cuentos
tu paso
cansino
tus ojos
locos
y
llenos.
Tus ojos.
Quién me amó
después.
Tal vez
ninguno.
Ninguno,
seguro,
con esa
impecable
consistencia
con esa
certeza
de
lealtad.
Conocí
temprano
en una cuna
la mirada
implacable
del amor
sin
condiciones
ni condicionamientos.
Qué son
ochenta años
entre dos
almas
que se
encuentran
en el
tiempo.
Qué son
ochenta años
qué son
treinta de ausencia.
Conocí
temprano
en una cuna
la implacable
fuerza
de tu gesto.
Quién me amó
después.
Ninguno.
Es a tu
tumba
a la que
regreso.
Tengo otros
muertos
y sin
embargo
vos sí te
despediste
por eso te
dejé dormir
entre tus
sueños.
Entre tus
visiones
de hermanos
muertos,
en el anhelo
por la que fue
tu amor
y ya se
había ido lejos.
Me pediste
permiso
y entendí
que era tu tiempo.
Es a tu
tumba
a la que
regreso.
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