Hubo luna negra y luna blanca, no hay un día por texto ni un texto por día. Y hay también un espacio hueco, extraño, por el cual el transcurrir se transformó en eso, y lo que cada día traía, o si eso fue registrado o no, no era el momento de decirlo.
Por capricho como todo, por necesitar decir, o necesitar callar, o necesitar, a veces, decir simplemente para uno mismo, o decir cosas tan tontas...
Y ahí están algunos textos que vendrán bajo otro nombre. No el de luna blanca y luna negra, no el de continuidad o ruptura, no bajo la forma del registro de los días, sino bajo el engaño astuto de la literatura.
Hay cosas que se inician para terminarse, otras simplemente para dejarse abandonadas, las que más, se inician para transformarse en otra cosa y aparecer, cuando uno menos se lo espera.
Aislamiento, cuarentena, nueva normalidad.
De qué hablamos y entonces, a veces mejor callar.
A veces es sabio distinguir que uno no tiene nada que decir.
Leía una compilación de ensayos filosóficos cuyos autores utilizaban la figura de "autocobayo" para explicar cierta alusión personal en temas que fueron de interés para su análisis.
Ahora somos cobayos de alguien. No sabemos dónde está el observador.
Podemos también ser autocobayos y decir que no hicimos eso que íbamos a hacer, que el transcurrir de los días abrió elocuentes llamados a encontrarnos con lo imprevisible, a encontrarnos con los sucesivos pliegues de nuestras máscaras identitarias, con los yuxtapuestos pliegues de nuestras emociones, con la película inconclusa (por ahora) de nuestra existencia.
La montaña rusa emocional, la percepción del tiempo, la extrema precaución de los vínculos, la extrañeza social, la distancia obligada, la pared como horizonte y más.
La clandestinidad, la angustia.
Claro que todo recuento de los días sería vano, aún en línea oblicua, para atrás. No importa. Sería vano.
No habría ganas de decir. O no habría ganas de expresar lo dicho en el plano íntimo. O habría olvido de todo y las palabras.
Y sueños, pesadillas, silencios.
La expectativa de la espera, el dejar de esperar. La paciencia como nueva virtud, la furia como nostalgia.
Pasó la luna negra y la luna blanca. Y aquí seguimos. 30 de mayo.
Claro que todo recuento de los días ahora es vano.
Por capricho como todo, por necesitar decir, o necesitar callar, o necesitar, a veces, decir simplemente para uno mismo, o decir cosas tan tontas...
Y ahí están algunos textos que vendrán bajo otro nombre. No el de luna blanca y luna negra, no el de continuidad o ruptura, no bajo la forma del registro de los días, sino bajo el engaño astuto de la literatura.
Hay cosas que se inician para terminarse, otras simplemente para dejarse abandonadas, las que más, se inician para transformarse en otra cosa y aparecer, cuando uno menos se lo espera.
Aislamiento, cuarentena, nueva normalidad.
De qué hablamos y entonces, a veces mejor callar.
A veces es sabio distinguir que uno no tiene nada que decir.
Leía una compilación de ensayos filosóficos cuyos autores utilizaban la figura de "autocobayo" para explicar cierta alusión personal en temas que fueron de interés para su análisis.
Ahora somos cobayos de alguien. No sabemos dónde está el observador.
Podemos también ser autocobayos y decir que no hicimos eso que íbamos a hacer, que el transcurrir de los días abrió elocuentes llamados a encontrarnos con lo imprevisible, a encontrarnos con los sucesivos pliegues de nuestras máscaras identitarias, con los yuxtapuestos pliegues de nuestras emociones, con la película inconclusa (por ahora) de nuestra existencia.
La montaña rusa emocional, la percepción del tiempo, la extrema precaución de los vínculos, la extrañeza social, la distancia obligada, la pared como horizonte y más.
La clandestinidad, la angustia.
Claro que todo recuento de los días sería vano, aún en línea oblicua, para atrás. No importa. Sería vano.
No habría ganas de decir. O no habría ganas de expresar lo dicho en el plano íntimo. O habría olvido de todo y las palabras.
Y sueños, pesadillas, silencios.
La expectativa de la espera, el dejar de esperar. La paciencia como nueva virtud, la furia como nostalgia.
Pasó la luna negra y la luna blanca. Y aquí seguimos. 30 de mayo.
Claro que todo recuento de los días ahora es vano.
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