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El retorno de la niña

Se termina octubre como se sucumbe ante un fuego frío,
son interminables las noches de recuerdos,
son abominables los días sin destino,
y es menester en un amanecer perdido
comenzar una marcha hacia donde nunca se ha ido,
dejar de garabatear promesas en los cuadernos vanos,
dejar de amontonar certezas pobres
que nunca alcanzarán a aniquilar cobardes bríos.

Se suelta de los sueños de la infancia
una niña tímida que fue títere de un viento tibio,
que no quiso mirar con ojos grandes
lo que se chocaba en todos los días sucesivos
y que encontró su hora infausta,
la hora de ver la verdad sin más suspiros,
y tuvo que entender que no mirar era elegir
el peor entre todos los caminos.

Por eso miró de frente en el espejo
unos raros ojos que eran míos,
y eligió por una vez no ser cobarde,
arrojarse sin redes al vacío.

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