A veces me pregunto si la esfera que transita las horas no es una luna rota, ciclotímica y rimbombante; y otras veces un susurro de esos que pasan desapercibidos, una sombra dentro de la sombra. Hay días así. La sombra dentro de la sombra.
Un libro sobre la mesa que no atino a comenzar. Porque augura recuerdos. Una extraña sordidez en el marco de la puerta. Demasiada sal en la comida. Algunos rostros que se asoman detrás de facciones similares. La sombra dentro de la sombra.
Un salto de deseo inesperado. Un resabio. Un retransitar los inframundos en busca, como siempre de respuestas. Equivocadamente. Equivocadamente.
Y entonces dormir, despertar, desperezarse.
Salir al patio.
Abrir el apretado agarre del puño sobre la obsesión de siempre, o una de ellas.
Apagar el teléfono. Un buen inicio…
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