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Digresiones que trae el aislamiento, escribiendo a distancia con otras (gracias a las y los que se prendieron esta semana al experimentillo)


Heredé de mi padre la absoluta fantasía. Crecí viéndolo imaginarse a él mismo dentro de los werstern o películas de tiros como él decía. Sufriendo los domingos a la tarde por querer ver algo y que se levantara de la siesta y dijera “fíjate si hay una de tiros”. Y hoy que no está, a veces voy a ver una de tiros, de las de ahora, y pienso si a él le gustaría o no.

Y como él, me imagino ahí adentro. Soy la persona menos atlética que vayas a conocer en la vida pero me meto en esas carreras interminables donde los cuerpos hacen cosas que no quiero que el mío haga ni de cerca, pero soñándolo posible. En mi mente soy la de Kill Bill, la de los X men o la novia del Guasón, cualquier tarde noche sentada detrás de la pantalla.

Y siempre dije ante las lecturas, o ficciones de cine de catástrofes, que no me esperaran, que yo no iba a correr por mi vida. Que no iba a ir media ciudad atrás de Tom Cruise para ser el personaje secundario “que muere para que los otros valoren la vida” como diría Virginia Woolf.

No, en el Titanic, me hubiera quedado con la banda, a escuchar, porque no sé tocar ni el feliz cumpleaños.

Y ahora resulta que por mi vida no tengo que correr, sino quedarme en casa. Sí, es una exageración decir que lo hago por mi vida, pero los que me conocen saben que la exageración es mi recurso literario y vital favorito. Soy una tana exagerada. Cerca de los 40 lo tengo asumido.

Entonces releo la lista que me inspiró Girondo, y no, desde mi patio, según el ángulo, no veo la luna, ni puedo salir descalza, porque este patio que tengo ahora es de piedras, no hay tierra, ni pasto mojado, la perra hace pozos porque las odia y quiere desenterrar el barro, que vuelve a entrar en mi casa.

Entonces ahora, que no tengo que correr por mi vida, quiero hacer deporte, quiero encargar las últimas running de Nike y salir hasta la cascada, y hacer yoga al amanecer.

Me tocó estar en este pseudoapocalipsis  milenial, qué le voy a hacer, soy una soñadora del siglo XX atrapada en una distopía edulcorada y leve. De control, prohibiciones, alienaciones varias.

Aquí. Mujer. Sola.

Soñando con estar en una de tiros.


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