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Día 69 Masayo Koike

Masayo Koike
1959
Japón

La caja

Una caja
una caja vacía
altura
longitud
profundidad.
La profundidad es lo que
más importa a Tokio Kinbara.
Si es poco profunda no cabe nada,
pero si lo es en demasía, se ahogan las cosas.
-Meto algo en el fondo de la caja y de allí lo recojo.
Lo que importa es la sensación de distancia que siente la mano al tomarlo.
Al ver una caja vacía Tokio se estremece.
Es una manía que tiene desde joven, incorregible.
Le encantan las cajas vacías, antes las coleccionaba
pero actualmente las hace con sus manos.
-Hago unas cajas tan profundas
que no puedo dejar de atisbar; es mi vicio.
Tokio, que casi nunca se arrepiente,
algunas veces se pone modesto.
Condiciones de una buena caja:

1 Cuando se abre, ilumina la cara del que mira en un instante
2 Es tan clara que en ninguna esquina hay sombra
3 No es demasiado grande ni pequeña
4 Está en su sitio sosegada
5 Sobre la tapa, vea la hoja adjunta (que no existe todavía)

Tokio fabrica cajas por cajas.
El exterior tiene que ser rígido y firme.
El interior debe ser sorprendentemente delicado y fino.
La medida interior es el alma de la caja.
Cuando abre una caja Tokio Kinbara
siempre oye un gemido que se escapa.
Una caja
una caja vacía
altura
longitud
profundidad.
La profundidad es lo que
ha obsesionado a Tokio Kinbara durante la vida.
-Contemplando una caja, se me ocurre
la idea de meterlo todo en ella.
La casa de Tokio está llena de cajas vacías.
A veces el cúmulo se derrumba y hace ruido.
Tokio recoge una de las cajas vacías
y observa el vacío concentradamente.
El interior de la caja vacía
es todo el mundo real de Tokio Kinbara.

Al morir Tokio fue metido en una caja hecha por él mismo.
-Cuando muera métanme en la caja.
es la única voluntad que dejó.
Altura
longitud
profundidad
sí, la profundidad.
Para Tokio la mayoría de los ataúdes normales parecían
demasiado estrechos y largos.
Además su profundidad no era suficiente
según la teoría de la caja de Tokio.
Vinieron tres mujeres que conocían muy bien a Tokio.
La caja preparada era profunda.
Dos de ellas sostuvieron a Tokio
y lo metieron en la caja tranquilamente.
La otra arregló sus piernas, enredadas en el fondo de la caja.
Tokio se sentó derecho sobre los talones en la caja.
Para que no se bamboleara la parte superior del cuerpo,
lo sujetaron con almohadillas que se habían preparado
y se fijó en la caja.
Tokio las había conseguido de una
empresa de transporte de ordenadores.
Como Tokio era un hombre muy bajo
esta operación fue muy fácil entre las tres.
La caja estaba hecha de cartón firme y pintada de rojo.
Altura
longitud
profundidad.
En la caja hecha con medidas justas
Tokio parecía muy feliz.
Al final las tres mujeres la taparon.
Todas mudas, pensaron en la oscuridad
que habría dentro de la caja.
¿Cómo huele, cómo se siente al tocar esa oscuridad?
Para Tokio Kinbara era un ritual antes de ir a la cama
tomar whisky pensando en “el interior de la caja vacía tapada”,
y era una de las cosas que más le excitaban;
las tres mujeres lo sabían mejor que nadie. Ninguna lloraba.


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