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Día 97 Elisa Lucinda


Elisa Lucinda

1958

Brasil

El poema del semejante



El Dios del parecido

que nos cose en igualdad

que nos papel-carboniza

en sentimiento

que nos pluraliza

que nos trivializa

por bajo y por dentro,

fue ese Dios que dio

destino a mis versos,

fue Él quien les arrancó

la ropa de individuo

y les dio otra de individuo

aún mayor, aunque más justa.

Me asusta y me calma

ser portadora de varias almas

de un solo sonido común eco

ser reverberante

espejo, semejante

ser la boca

ser la dueña de la palabra sin dueño

de tanto dueño que tiene.

Ese Dios sabe que la palabra “alguien”

es apenas el singular de la palabra “multitud”.

¡Qué grande mundo!

Todo el mundo besa

todo el mundo anhela

todo el mundo desea

todo el mundo llora

algunos por dentro

algunos por fuera

alguien siempre llega

alguien siempre se demora.

El dios que cuida del

no desperdicio de los poetas

me dio esa fiesta

de similitud

me sacudió en el pecho de mi amigo

me arrimó a él

en actitud de verso beso y ombligos,

extirpó de mí lo exclusivo:

la soledad de la bravura

la soledad del miedo

la soledad de la usura

la soledad del coraje

la soledad de la bobera

la soledad de la virtud

la soledad del viaje

la soledad del error

la soledad del sexo

la soledad del celo

la soledad del nexo.

Al Dios soplador de karmas

le dio por hacerme parecida.

Aparecida

santa

puta

niña

le dio por hacerme

diferente

para que probase

la alegría

de ser igual a toda la gente.

Ese Dios dio colectivo

a mi particular

sin yo ni quejarme.

Fue Él, el Dios de la par-esencia

el Dios de la esencia-par.

Si no fuese por la inteligencia

de la semejanza

sería solo mío mi amor

sería solo mío mi dolor

tontita y sin bonanza

sería solita mi esperanza.


Traducción Judith Pairo


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